La Biblia es un libro que no es sólo para leerse. Es un libro para estudiarse, a fin de poder ser aplicado a tu vida. De otra manera, es como tragarse el bocado de comida sin masticarlo y después escupirlo de nuevo... sin ningún valor nutricional aprovechado. La Biblia es la Palabra de Dios. Como tal, es tan necesaria como las leyes de la naturaleza. Tú puedes ignorarla, pero lo harás para tu propio mal, así como lo sería si ignoraras la ley de la gravedad. No puede ser lo suficientemente enfatizada, la importancia que tiene la Biblia en nuestras vidas. El estudiar la Biblia puede compararse al extraer oro de una mina. Si haces un pequeño esfuerzo y sólo “ciernes los guijarros en el arroyo” sólo encontrarás un poco de polvo de oro. Pero si te esfuerzas en realmente “excavar en ella”, tu recompensa será de acuerdo a tu gran esfuerzo.
La Biblia es la Palabra de Dios; en esto están de acuerdo todos los cristianos. Y las palabras del Señor son palabras de vida eterna (Jn 6,68).
La Biblia o Sagrada Escritura ilumina nuestra inteligencia porque enseña la verdad. El mismo Cristo dijo: Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas (Jn 12,46). Por este motivo, no debemos silenciar la Palabra de Dios, lo cual sucede cuando vivimos con la cabeza y el corazón en las cosas del mundo; como dice el Señor: El que recibe la Palabra entre espinas, es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupacio-nes del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan y no pueden dar fruto. (Mt 13,22). Del mismo modo, la Palabra de Dios no debe traficarse, dice San Pablo: Pero nosotros no
somos como muchos que trafican con la Palabra de Dios, sino que hablamos con sinceridad en nombre de Cristo, como enviados de Dios y en presencia del mismo Dios (2Co 2,17), ni falsificarse: ...y nunca hemos callado nada por ver-güenza, no hemos procedido
La Biblia o Sagrada Escritura ilumina nuestra inteligencia porque enseña la verdad. El mismo Cristo dijo: Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas (Jn 12,46). Por este motivo, no debemos silenciar la Palabra de Dios, lo cual sucede cuando vivimos con la cabeza y el corazón en las cosas del mundo; como dice el Señor: El que recibe la Palabra entre espinas, es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupacio-nes del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan y no pueden dar fruto. (Mt 13,22). Del mismo modo, la Palabra de Dios no debe traficarse, dice San Pablo: Pero nosotros no
somos como muchos que trafican con la Palabra de Dios, sino que hablamos con sinceridad en nombre de Cristo, como enviados de Dios y en presencia del mismo Dios (2Co 2,17), ni falsificarse: ...y nunca hemos callado nada por ver-güenza, no hemos procedido
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